08 agosto 2011

La vieja y el niño a la orillita del río

LA VIEJA Y EL NIÑO A LA ORILLITA DEL RIO



Una mañana de invierno
a la orillita del río
me encontré con una vieja
de la mano de un chiquillo.
Calló la anciana, habló el crío:

- Veo una gata de ojos azules
acurrucada y dormida
en un rincón de tus sueños,
pero yo ya no distingo
si está escondida o se ha perdido.

Yo le contesté:

- Puede que esa gata esté apostada
dentro de mi cabeza
arañando por las noches
lo mejor de mis sueños,
y así despierto yo,
cada mañana más viejo.
Como un turista pobre que se hizo carcelero;
así cual rosal sin sol desayunando un poema enfermo.
Y ahora cada noche arden mis palabras muertas
y la novia loca sangra de rodillas sus dudas,
ante el padre, en la ducha,
mientras nadie escucha.


Sentose la abuela sobre una gran piedra
y, muy, muy despacio, disimulando su paciencia,
me dijo:

- Puede que se haya extraviado por los callejones de la vida
como le sucediera a aquella pobre chica,
¡pobre chica rica!
de La Ramblas fue a perderse
despacito en una esquina
y ya nunca se tuvo de ella más noticias.

O acaso esté agazapada, rígida, sigilosa;
presta a dar un zarpazo y rasgar el velo de tu suerte.
Como un cuento de Borges que no encuentra su final,
como una centinela casi ciega de tanto sol y tanta mar.


Así que, despiértala,
coge tu flauta y despiértala.
Escribe para ella una dulce melodía
y, tócasela tras una noche de vigilia.


Se marcharon despacito,
como habían venido,
la vieja y el niño,
y yo me quedé sólo,
a la orillita del río.

Y volvió el silencio
tras el susurro del agua,
y vino escorado a mi vera,
por la orillita del río.




Suso Gago Ares

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